

Salud mental y prisión, realidades inseparables
Por una ejecución penal más humana y más justa. Mariam Bataller
La salud mental es una asignatura pendiente, no solo en el reconocimiento de su dimensión sino también en su abordaje terapéutico y penitenciario. La estigmatización del reo con problemas de salud mental se ha convertido en un tópico que hay que desmontar y rebatir públicamente. Es la precarización, la falta de tratamiento y la marginalidad quienes elevan el umbral de riesgo, no la enfermedad. Y como todos ustedes suponen, trasladar el problema de la salud mental de la medicina a la prisión, no solo no ha resuelto el problema sino que lo ha agravado
Los estudios de salud mental y prisión señalan que en torno a un tercio de los internos han sido diagnosticados de uno o varios trastornos mentales. Destacan los trastornos de ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y los trastornos psicóticos. El consumo de drogas es frecuente en estas personas, configurando en estos casos dos trastornos, la patología dual. De ahí que la prevalencia de internos en tratamiento con medicación psiquiátrica sea elevada.
¿Cómo podemos enfrentarnos a esta realidad?
Hay que señalar que el Estado carece de una estrategia de abordaje del problema de salud mental en prisión. Y traslada al ladrillo la creación de un macrocentro psiquiátrico penitenciario un problema asistencial y sanitario. Los casos de Navarra y Cataluña, potenciando la red asistencial psiquiátrica son excepciones afortunadas dentro de la norma, pues se prima el abordaje terapéutico frente a las medidas de control y seguridad.
La enfermedad mental compromete la globalidad de la persona, ya que a las afecciones biológicas (alteraciones estructurales y funcionales) se unen las afectaciones psicológicas (limitaciones personales de actividad) y sociales (restricciones a la participación social). La enfermedad mental crónica cursa con un deterioro importante. El cual se evidencia a través de diversas discapacidades, con pérdida de habilidades para el adecuado desempeño de roles sociales. Por una afectación severa del funcionamiento personal, laboral, social y familiar. Estas características se manifiestan de forma más acentuada en aquellas personas que padecen trastorno mental grave.
¿Incremento contrastado?
Esto parece un tópico que habrán escuchado muchas veces y que responden a la frase “Cuando cerraron los manicomios las cárceles se llenaron de locos“. Cada vez son numerosos los estudios que advierten del incremento de personas con enfermedad mental dentro de prisión. Así que nos enfrentaríamos a un problema con importantes variables no solo cualitativas, como el tipo de enfermedad, sino también cuantitativas, el incremento de casos. Bien, pues el problema no ha hecho más que comenzar, porque se convierte en más complejo por las sucesivas derivadas de estos.
- Y aquí ya podemos apuntar al menos tres derivadas:
- La cuestión jurídica
- El tratamiento penitenciario en sus variables de clasificación y rehabilitación
- La reinserción social tras el cumplimiento de la pena.
Una mayor complejidad si consideramos que estas variables se pueden ver mediatizadas por otras problemáticas. Por ejemplo por las toxicomanías, la pobreza severa o entornos altamente desestructurados.
Es preciso garantizar a las personas presas que no pierdan derechos que su condena no limita
Hemos comentado antes que un tercio de la población penitenciaria, unas 23000 personas en España, presentan un problema de salud mental. Bien, en realidad es una cifra aproximada porque también es un problema abundantes zonas oscuras, si no hay un diagnóstico. De hecho en 2011, Instituciones penitenciarias elevó a la comisión de Interior del Senado una cifra del 42,2 % de internos con problemas de salud mental. En aquel momento eso significaba más de 30.000 afectados. La prevalencia de la enfermedad mental en población reclusa en España es alrededor de cinco veces más alta que la de la población en general, sobre una muestra de varones que la situó en el 15,7%.
Según la OMS, se estima que en las sociedades occidentales la incidencia de las alteraciones psiquiátricas es hasta siete veces mayor en la población penitenciaria que en la población en general. Así el Informe de la Comisión Europea (2007) situó en un 12 % de los internos de las prisiones europeas necesitan tratamiento psiquiátrico especializado
Y a todo esto cabría añadir otra variable territorial, no solo por la ubicación de los establecimientos con unidades psiquiátricas poquísimos en el territorio nacional y con solo dos hospitales psiquiátricos penitenciarios, en Foncalent y en Brians. Sino que, además, Catalunya al tener transferidas las competencias penitenciarias desde el año 1984 ha desarrollado un modelo propio asistencial y de salud mental. Éste ha sido potenciado con muy buen criterio por la Conselleria de Justicia a inicios de este 2022.
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